Alarmante. En la mayoría de los casos, las víctimas fatales son menores que ingresan al cauce desconociendo las zonas de peligro.
El río Dulce se ha convertido en uno de los más peligrosos de la Argentina, como consecuencia de la cantidad y la proporcionalidad de muertes por ahogamientos que está generando en los últimos años.
La calificación sobre la peligrosidad del extenso curso de uno de los dos ríos que atraviesa el territorio santiagueño, fue brindada a EL LIBERAL por el jefe del Grupo Especial de Rescate (GER), oficial principal Juan Osvaldo Maresca.
Esta observación está abonada por las dos muertes producidas en menos de 48 horas en los últimos días del mes de enero pasado, una cifra preocupante si se toma en cuenta la estadística de 2009 que establece que en todo el año se registraron cinco decesos por ahogamientos.
El 28 de enero pasado, el río se cobró la vida de Jonathan González, un chico de 14 años que había ingresado al cauce en la zona de Solís prolongación.
Dos días después, el Dulce volvió a mostrar su furia matando a Claudio Costilla, de 20 años, en el sector conocido como La Dormida, cerca de la ciudad de Loreto.
A estos dos lamentables sucesos, debe agregarse la decena de rescates que protagonizaron hace un par de semanas los policías del GER durante los días de la prohibición de ingresar al río, debido al incremento del caudal por las lluvias producidas en la cuenca del Salí-Dulce.
Para el oficial Maresca, es “alarmante” que se hayan producido dos muertes en un lapso tan corto, sosteniendo al respecto que en gran parte se debe “a una cuestión de falta de conciencia de la gente”.
Contó el policía que las familias que viven en la ribera del río saben cuáles son las zonas peligrosas y cuáles no, pero el joven que se ahogó el sábado 30 fue porque sabiendo del peligro se aventuró en ingresar en sectores peligrosos y terminó en una situación trágica”.
Señaló que pese a que el Dulce es un río que normalmente acarrea un promedio de 60 metros cúbicos por segundo de agua, “es uno de los más peligrosos del país porque se forman pozos de hasta cuatro metros de profundidad en donde el que entra no puede salir por los remolinos que se producen y por la succión de la base arenosa”.
Al respecto, graficó que en muchos sectores de la costa balnearia el río mide unos 20 centímetros de profundidad, “pero se camina un metro más y hay mayor profundidad por las correderas que arrastra la corriente”.
Asimismo, advirtió que por más bajo que esté el río, tanto por el medio o por algunos de los costados puede ir el cauce principal que genera corriente en la superficie “y cuando una persona entra en esas correderas donde se han formado remolinos, el cuerpo se descontrola, la succión lo absorbe y lo manda al fondo”.
Pánico
Explicó Maresca que el ahogamiento se produce porque la persona afectada al ver que no puede salir a la superficie entra en pánico y comienza a dar manotazos de desesperación, “por lo que la corriente lo mantiene abajo y la arena, que es muy suelta en el fondo, no le permite hacer pie, provocándole el hundimiento y, consecuentemente, la muerte por falta de aire en los pulmones”.
En este punto, sentenció: “Por más nadador que uno sea o experto en natación, si no se sabe controlar psicológicamente termina ahogándose, por lo que es aconsejable que ante una situación de peligro no entrar en pánico y saber medianamente de técnicas de flotabilidad, y los que no tengan estos conocimientos, conviene que no ingresen al río o que lo hagan en zonas habilitadas y sin riesgos”.
El año pasado se produjeron seis muertes por ahogamiento en el río Dulce, mientras que en 2008 hubo cinco. El año en que más tragedias hubo fue en el 2000 con 14 muertes, aunque en 2001 bajó a 12, manteniéndose la misma cifra en 2002 y bajando a 10 en 2003. Entre 2004 y 2007, se contabilizó un promedio de entre siete y ocho víctimas fatales por año.
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