El Frontal: cada día más contaminado
El dique de Río Hondo, cuyo espejo de agua cubre una superficie de 33.000 ha, de las cuales el 70% está en Tucumán, se ha convertido en la gran cloaca nacional, asegura Rubén Rodo, en el panorama tucumano, que publica El Tribuno en su edición dominical.
Compite de igual a igual con El Riachuelo, ese tajo viscoso, inmundo y pestilente que divide al sur la Capital Federal de la provincia de Buenos Aires. El muro de contención de esa oceánica masa líquida se encuentra a corta distancia de la ciudad del mismo nombre, ponderada por sus aguas termales a las que se atribuye propiedades curativas, especialmente para enfermedades óseas.
También se destaca por sus templados inviernos, que atraen, en cada temporada, a cientos de miles de turistas llegados de todo el país, en procura de curación para sus maltrechos huesos. La contratara son los tórridos veranos con soles de fuego y una temperatura que ronda, a veces, hasta los 50 grados.
Sin embargo, las aguas del dique frontal, inaugurado en 1956, albergan en sus entrañas una altísima contaminación, que ha puesto en riesgo la existencia de la presa y de toda su riqueza ictícola, algunas de cuyas especies se han extinguido y otras van camino de. Hoy es peligroso para la gente consumir lo que se pesca, especialmente el pejerrey, otrora una pieza codiciada, de cuya venta ambulante vivían y viven aún los lugareños.
La escoria tóxica que recibe la presa, noche y día, es producto de los desechos de los ingenios azucareros tucumanos, de las plantas procesadoras de limón para exportación, como también de una fábrica de papel, que arrojan las aguas industriales a la cuenca del río Salí y a sus tributarios, sin ningún tipo de depuración. El problema no es de ahora. Ya antes de finalizar el siglo XIX, el gobernador de entonces, Benjamín Villafañe, abordó la contaminación de ríos y arroyos. Al sabio Miguel Lillo le encargó analizar el problema. Poco y nada se avanzó, a pesar de haber transcurrido más de 100 años.
Fue una añeja preocupación de los sucesivos gobiernos de Santiago del Estero, sin que hasta ahora haya encontrado una respuesta positiva de Tucumán, no obstante los múltiples reclamos. El actual, presidido por Gerardo Zamora, demandó penalmente a la provincia con la esperanza, acaso vana, de frenar los efectos nocivos de la descarga contaminante del río Salí.
La administración de Alperovich, como sus antecesoras, nunca encaró la situación con la energía necesaria. Sólo paliativos que en nada resolvieron la gravedad existente. Se mostró siempre permisivo. Es más, en la última zafra azucarera, con impulso nacional, la provincia habilitó el programa de biocombustibles alternativos, con la elaboración de alcohol a gran escala, a partir de la caña de azúcar, para el mezclado con naftas. Se preveía un volumen de producción de 280 millones de litros, pero sólo se alcanzó cerca de 200 millones.
Es ponderable el programa etanol como sustitutivo de un recurso finito como el petróleo y vale también por el fortalecimiento de la economía provincial, con la incorporación de una nueva fuente de trabajo y ocupación de mano de obra, aunque sea estacional. Lo que no se hizo -y ésta es la parte criticable- es contemplar el fuerte impacto ambiental que conlleva en sí. Elaborar un litro de alcohol genera de 11 a 12 litros de vinaza con un poder letal para la fauna ictícola por la absorción del hidrógeno de las aguas.
La mortandad de peces es un espectáculo periódico. No se exigió, previamente, la construcción de plantas de tratamiento de la vinaza antes de ser arrojada a los cursos de agua que terminan derivando en la cuenca del río Salí.
En la degradación de las aguas del dique de Río Hondo inciden, negativamente, otros factores. Hay que tener en cuenta los 100 millones de litros de agua que arroja cada 24 horas Minera La Alumbrera. Si esa masa líquida está contaminada por los minerales duros, es una cuestión que debe determinar la Justicia Federal, ámbito donde se ventila una causa planteada por las organizaciones ambientalistas.
No es todo. En la capital y en las ciudades del interior de Tucumán viven dos millones de almas, según el reciente censo nacional. Las heces que generan sus habitantes se tiran al río Salí y a todos los tributarios de su cuenca, sin procesamiento químico previo.
Se explica y se entiende la santa ira del intendente de Termas de Río Hondo, Miguel Múkdise. Es un acérrimo defensor de las aguas termales de su ciudad y un duro crítico de las empresas contaminantes, sin excluir a Tucumán, por no tomar las medidas necesarias. Señala con dolor que daña a Río Hondo la campaña sobre sus aguas contaminadas, porque ahuyenta el turismo invernal, su principal fuente de ingresos./ fuente eltribuno.com.ar
http://www.estoestucuman.com. ar/index.php/2011/02/07/el- frontal-dice-rodo-se-ha- convertido-en-una-gran-cloaca- nacional/
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