Editorial - EL LIBERAL - SANTIAGO DEL ESTERO | |
Así lo sostiene, tras una prolija investigación periodística la colega danesa Olga Chetverikova, quien en su blog en la web y tras prolongadas consultas con científicos de probada seriedad e incorruptibilidad, señala que ese escándalo se desató por causa de la fuga del proyecto secreto del acuerdo, preparado por el reducido círculo de los enterados, el llamado “texto danés”, que apareció en las manos de los periodistas de The Guardian de Londres.
De acuerdo con este texto, para los países desarrollados y en vías de desarrollo se establecen las normas límite de las emisiones carbónicas para el año 2050, desiguales en violación del primer acuerdo de la ONU: a los países pobres se les permite expulsar no más de 1,44 tonelada de carbono en contaminaciones, al tiempo, que la norma de los países ricos se estableció en las 2,67 toneladas. En otro descubrimiento escandaloso se transformó la información de que la financiación de la lucha contra el cambio del clima se entrega, prácticamente, a las manos del Banco Mundial, que junto con otras nueve organizaciones formará parte del Fondo Ecológico Global, el mismo ministerio supranacional al que se planea entregarle el control de todos los recursos naturales del planeta.
Según el fundamentado vaticinio del climatólogo de Michael Chossudowsky (“Global Warning: Fixing the Climate Data around the Policy”), las resoluciones que en definitiva adoptará la conferencia de Copenhague (KC-15), habían sido aprobadas ya en mayo de 2009 en la Cumbre Mundial de los problemas del cambio del clima (CMPCC), que reunió a destacados representantes del mundo del negocio y la política. Los resultados de aquellas consultas en el nivel más alto habían sido entregados al gobierno de Dinamarca, así como a los gobiernos de los países participantes de la CMPCC.
El llamado “breve resumen” para los hombres de confianza había sido formulado por la compañía Pricewaterhouse Coopers LLP. Este documento casi no tiene nada que ver con la protección del medio ambiente, sino que es en gran medida un programa, producido por la aspiración a maximizar las ganancias, y que especula en el problema del calentamiento global del clima, sostiene Chossudowsky.
Según pudo verificar la periodista dinamarquesa, las emisiones del gas carbónico se declaran en el documento de Pricewaterhouse Coopers no sólo como la principal, sino como la única amenaza para el futuro de la humanidad. No se trata ya de las guerras de EE.UU. y la Otan y de sus consecuencias destructivas para el medio ambiente. No se mencionan las amenazas de la estrategia del uso preventivo del arma nuclear como instrumento del “establecimiento de la paz”. No se dice nada de las precipitaciones radioactivas como consecuencia del uso de las cargas nucleares “humanitarias” de baja potencia.
Los científicos al servicio del Pentágono proponen considerar a las armas tácticas nucleares como “inofensivas para los habitantes de la Tierra”. No se mencionan las armas meteorológicas ni climáticas, se guarda silencio en torno al proyecto 2025 de la fuerza aérea de EE.UU. (“La posesión del tiempo”), y obviamente el problema de la dirección del clima con fines militares está excluido también del Programa de la ONU del cambio del clima, aunque en la agenda de la cumbre de Río de Janeiro en 1992 este problema estaba presente.
Sostiene Chetverikova que todo está reducido a las emisiones de CO2, en las cuales se propone ver la causa universal de los cambios climáticos.
La cumbre de Copenhague opina con fundada audacia que “no sólo sirve a los intereses del comercio mundial de los derechos a las emisiones carbónicas, evaluadas en muchos miles de millones de dólares, sino que tiene el claro propósito de desviar la atención de la sociedad de la ruina provocada por la crisis real, que crece de los procesos de la globalización económica y de aquella ‘guerra sin fronteras’ por la ganancia, que en el Pentágono llaman ‘una guerra larga’.
El sistema del comercio de “los derechos” a la emisión de los gases de invernadero, concluye la periodista, es el filón de oro para el sistema financiero gobernante. Las apuestas son elevadas al nivel más alto. Ya se han definido los grupos de presión, que trabajan en Wall Street. Ellos sostienen que “el mercado carbónico pronto puede superar los volúmenes del mercado de petróleo… En cualquier caso… tales proyectos, como el comercio de las emisiones carbónicas (ETS), van a desarrollarse en todo el mundo”.
Y basta con citar las grandes corporaciones que se ocupan del comercio de los derivativos del CO2 -JP Morgan Chase, Bank of America Merrill Lynch, Barclay’s, Citibank, Nomura, Société Générale, Morgan Stanley y Goldman Sachs-, y que ya están asumiendo una participación muy activa en el comercio de los derechos a la emisión carbónica, para darse cuenta que la cumbre es una tomadura de pelo fenomenal para los ilusionados ambientalistas y ecologistas. Es, nada más y nada menos, como dice Chetverikova, “la gran estafa global sobre el calentamiento global”.
http://www.elliberal.com.ar/secciones.php?nombre=home&file=ver&id_noticia=091216A9T
No hay comentarios:
Publicar un comentario